Se propone un espacio optimista, capaz de potenciar las interacciones entre los niños, pero también con los profesores y con el medioambiente.
Para conseguir este objetivo el proyecto implementa principalmente tres estrategias: 1- Crear espacios donde la luz natural y la materialidad transparente son predominantes: Esto permitirá la continua conexión con el cielo, el espacio exterior del paisaje y sus cambios estacionales, pero también un sentido de experiencia compartida a través de la conexión visual en el espacio interior. Este material y las decisiones constructivas buscan un edificio capaz de trabajar correctamente a nivel energético de forma pasiva; 2- Potenciar imaginación y tolerancia: La escuela al completo acoge tiempos históricos distintos y tipos de espacios diferentes al mismo tiempo… permitiendo desarrollar diferentes sensibilidades. La pequeña casita existente al norte de la parcela se recicla para acoger el jardín sensorial de la escuela. Otros elementos que trabajarán con la imaginación de niños y adultos son las viejas chimeneas que se convierten en lucernarios y periscopios… igualmente la coronación del edificio entendido como un “palacio traslúcido” completa el inventario de espacios para una pedagogía donde la experiencia y el desarrollo imaginativo son fundamentales; 3- Incrementar la biodiversidad y el conocimiento de nuestro medioambiente. La localización de la escuela frente al Gran Canal apoya esta decisión. El edificio colabora en la relación ecológica entre organismos y sus entornos. Para afianzar esto en las caras oeste y norte especialmente, se instalan una colección de cestas de flores autóctonas. Estas flores conforman la imagen de la fachada y permiten disfrutar la floración, según ciclos, casi en la totalidad del año. Las flores han sido elegidas contemplando su relación con insectos como mariposas, libélulas y mariquitas… y esto tendrá también consecuencias en la comunidad de pájaros local.